Lo individual y lo colectivo del Yoga. Hablando de Yoga con… Mayte Criado. La directora y fundadora de nuestra Escuela Internacional de Yoga, Mayte Criado nos comenta sobre el hecho de ser testigos de nosotras/os mismas/os para para poder responder a las necesidades de otros:
Ser testigos de nosotras/os mismas/os
Para todos/as, pero en especial para los que somos practicantes de Yoga, éste es uno de esos momentos en los que revisar nuestros comportamientos y actitudes personales. La pandemia nos esta dando la oportunidad de considerar la propia intención y la voluntad de cooperar con el prójimo, despertando en nosotros la determinación de responder con integridad y responsabilidad a los retos que este momento presente, de tanta incertidumbre y de tanto sufrimiento, está generando en nuestras comunidades y en la vida diaria.
El autoconocimiento, a un nivel profundo, propone una manera renovada de relacionarse no solo con la libertad personal, sino con un tipo de conducta comprometida, solidaria y atenta a las necesidades de los más vulnerables. Los valores en los que el Yoga y cualquier camino espiritual se fundamentan, siempre nos recuerdan que la acción compasiva –karmayoga– y el testimonio que honra la belleza de nuestra humanidad, no consisten en llevar la mente a alguna parte especial o intentar vaciarnos de pensamientos, sino más bien en involucrarnos y volver al mundo cultivando en nuestro interior un tipo de actitud responsable, sensible y despierta.
Lo individual y lo colectivo del Yoga
La meditación y la práctica de las técnicas yóguicas, solo tienen sentido si nos preparan para poder responder en cada momento de la vida con discernimiento, determinación y criterio. Cuando el criterio está basado en valores éticos –el amor, la no violencia, la honestidad, la bondad… yama y niyama-, la motivación que nos impulsa siempre genera una acción de servicio, y en este tipo de acción -la acción llamada karmayoga o acción compasiva-, estamos incluidos nosotros/as mismos/as. Incluirnos en la acción compasiva, significa que, ante todo, de nuestra conciencia emerge una disposición natural para reconocernos y cuidarnos; para generar la bondad que atiende ante todo a nuestra propia vida y poder así, revertirlo de igual forma en los demás. Nada tiene que ver con proteger esos espacios narcisitas que tanto se llevan hoy, ni con mirarnos “el ombligo” una y otra vez. Tampoco con edificar los muros que nos separan y protegen de los demás ni con desarrollar la auto indulgencia. El cultivo de esta actitud amorosa con nosotros/as mismos/as, simplemente ofrece una presencia conectada con lo que somos; abarca lo individual y lo colectivo al mismo tiempo; nos dirige hacia nuestros propios sentimientos y necesidades pero de igual manera, estimulan en nuestros corazones, las conexiones que brotan de lo que otra persona siente, de lo que vive en las memorias que llegan y evocan las situaciones y las circunstancias, y desde luego, del alma de todas las cosas y de los otros seres vivos.
Cada momento de la vida es crucial
Cada momento de la vida es crucial porque pide algo de nosotros. La cuestión es, ¿Cómo vamos a ser capaces de responder sin perdernos en los patrones o los líos mentales? ¿Cómo vamos a hacer para no olvidarnos de nosotros/as mismos/as mientras intentamos llegar a la realidad de lo que la vida nos presenta? ¿Cómo podemos acompañarnos y aflorar nuestra propia sensibilidad y sabiduría sin buscar las respuestas en la cabeza? ¿Qué hacer para poder estar presentes en la intimidad de nuestra propia vida mientras atendemos el sufrimiento de los demás o escuchamos los gritos del mundo? Allí es donde podemos pensar en lo individual y lo colectivo del Yoga.
Cuando meditamos y paramos, para eso que llamamos obtener quietud o centrarnos o simplemente desnudar la mente del ruido ornamental, nos damos cuenta de que la energía que vive dentro de nosotros, la esencia que tocamos y la que compartimos en las relaciones o en los cuidados de los demás y que atraviesa las percepciones que nos llegan en cada momento, es la misma. El alma de cada cosa está conectada con todo lo que existe y eso lo sabemos muy dentro de nosotros/as mismos/as. Se requiere de una práctica diaria y permanente para calarse a fondo con este tipo de intuición. Se trata de la práctica contemplativa que nos hace comprender lo sagrado de la existencia común y la necesidad de estar presentes en ella.
Vivir con plenitud la realidad
Lo que más necesitamos, en este momento de incertidumbre, es, como dice Thich Nha Hanh, “escuchar dentro de nosotros las voces de la tierra”. Quizás nos conviene recordar que el mundo incierto, el mundo que sufre, el mundo del caos, vive en nuestro interior y entra sin frenos para quedarse anidado en los fundamentos de nuestra existencia. Así, penetrarnos a nosotros/as mismos/as con la intención de cultivar una nueva presencia en la raíz de lo que sea que somos y en lo que sea que es, significa vivir con plenitud la realidad del dolor y el milagro de la vida. Escuchar con claridad las voces de la tierra dentro de nuestro ser, no tengo ninguna duda, no nos permite dar la espalda al mundo y es el Yoga más verdadero que conozco.
En la práctica del Yoga, lo profundo viene de saber lo que es importante. Saberlo y elegirlo. Elegirlo y ponerlo en acción. Enfrentar tal reto, nos enseña a valorar los momentos y a vivir en esa conexión en la que todo el proceso de la vida es tal, que no hay ningún tipo de separación ni límites en nosotros/as. Pero estamos tan enredados en las ingentes cantidades de estímulos informativos que recibimos, en la prisa con la que nos movemos y en las miles y miles de sensaciones que desafían nuestra atención que, nos olvidamos gravemente de atestiguar nuestra propia presencia en la vida que pasa llena de injusticias y sufrimiento, los propios y como consecuencia, los ajenos. Sería importante recordarnos que, justo donde termina toda esa leyenda que nos contamos y planificamos acerca de la felicidad, está la realidad.
Capacidad de generar y ser fuente de bondad
Pero justo en esos límites entre la realidad y los cuentos superfluos que crea nuestra mente, anida nuestra capacidad de revelar y emerger el tipo de fortaleza y sensibilidad que pide cada momento de nosotros. La práctica contemplativa debería despertarnos ese impulso inherente que es un nivel de apertura feroz; una fuerza que nada tiene que ver con la lucha o la prisa sino con la capacidad de generar y ser fuente de bondad. El impacto que esta pandemia y el sufrimiento que genera, están teniendo en nosotros/as, sería primero atendido y acariciado en nuestro interior, donde podemos descubrir lo que en verdad es el mundo dentro de nosotros mismos. Ahí podemos también acompañarnos, atestiguar nuestro propio dolor y echar el ancla que nos sostiene y nos centra mientras nos zarandean las olas de la vida. Es un tipo de presencia en lo que somos, que nos conecta profundamente a la realidad de lo que es, llenándonos de espacio y libertad.
La libertad interior
En la libertad interior, se crea un movimiento íntimo, que es un compromiso con los demás y con la existencia de todos los seres. Una especie de sinergia que es acción y humildad al mismo tiempo. Un recurso que es la motivación. Una intención que deriva en compromiso con la vida y configura la dignidad que buscamos. En todos lados, en lo individual y lo colectivo del Yoga.
Elegir la vida aquí y ahora, nos ofrece la oportunidad de ponernos en consonancia con los valores que el Yoga nos enseña. Elegir el amor, dice Frank Ostaseski, no nos pone a caminar con la incertidumbre y el miedo, sino más bien con lo que es la vida de una manera fresca y directa.
Directora y fundadora de la Escuela Internacional de Yoga