Misticismo y feminidad: una búsqueda de lo esencial
por Laura Cantillo
En un rincón escondido del bosque, donde los árboles susurraban secretos y las estrellas se asomaban tímidamente, brillaba un lago de aguas tan cristalinas que parecía abrazar el cielo. Allí, entre la calma y el murmullo de las hojas, vivía un cisne solitario. Su figura era majestuosa, una combinación perfecta de fuerza y delicadeza, pero en sus ojos se reflejaba una inquietud profunda.
Cada día, el cisne se posaba junto al lago y observaba su imagen en el agua. Miraba fijamente sus plumas blancas, la curvatura de su cuello, y se preguntaba: «¿Es esto todo lo que soy? ¿Qué hay más allá de esta imagen? ¿Quién soy realmente?».
El lago, sereno y paciente, guardaba silencio, reflejando al cisne con una fidelidad que no ofrecía respuestas.
Una noche, la luna llena ascendió al cielo, bañando el lago con una luz suave y plateada. El cisne, inquieto como siempre, se acercó al agua y observó su reflejo bajo el brillo lunar. Pero algo diferente ocurrió esta vez. Una voz, suave como el viento que acaricia las hojas, emergió desde el reflejo.
«Eres más que lo que ves aquí», dijo la voz, llena de calma y certeza. «Eres la corriente que da vida a este lago, el viento que susurra entre las ramas y la luz que se posa en la superficie. Para conocerte, no basta con mirar tu reflejo. Debes explorar todo lo que te rodea».
El cisne, sorprendido y conmovido, permaneció en silencio. Las palabras de la voz resonaron en su pecho como un eco que no podía ignorar.
Al amanecer, con el sol pintando el cielo de colores cálidos, el cisne decidió cambiar. Por primera vez, apartó su mirada del agua y desplegó sus alas. Voló por encima del lago, recorriendo cada rincón, cada sombra, cada destello. Descubrió los peces que habitaban sus profundidades, las flores que bordeaban sus orillas y las aves que cantaban en las ramas cercanas.
Se dio cuenta de que su verdadera esencia no estaba en la imagen que veía reflejada, sino en todo lo que lo conectaba con el mundo a su alrededor. Era el movimiento del agua, el brillo de las estrellas en la noche y el calor del sol al amanecer.
El cisne ya no buscaba respuestas en el reflejo del lago, porque había encontrado algo más grande: su lugar en el tejido vibrante de la vida.
Desde ese día, vivió con el corazón ligero y las alas abiertas, no como un cisne solitario, sino como parte de un todo más vasto y hermoso. Porque comprendió que la verdadera belleza no está en lo que vemos de nosotros mismos, sino en cómo nos conectamos con el mundo que nos rodea.
¿Qué significa para ti reconectar con tu esencia? ¿Cómo puede el yoga ayudarte a explorar aspectos de ti que han permanecido ocultos? En muchas culturas, el misticismo femenino ha sido un puente entre lo cotidiano y lo trascendental. ¿Qué significa conectar con lo sagrado desde una perspectiva femenina? En su artículo En la búsqueda del bienestar subjetivo, Santillana Vallejo (2018) explora cómo las mujeres que practican yoga en el centro Mukti Yoga de Mérida, Yucatán, utilizan esta práctica no solo como una forma de ejercicio, sino como una herramienta para redefinir su lugar en el mundo y reconectar con su intuición y espiritualidad.
Las mujeres, según el estudio, encuentran en el yoga una vía para transformar su vida diaria. Mediante «tecnologías del yo» —prácticas como la respiración consciente, la meditación y las asanas—, acceden a una conexión profunda con su cuerpo y su ser. En este proceso, redescubren su esencia más allá de los roles impuestos por la sociedad.
A lo largo de la historia, las contribuciones de las mujeres en el ámbito espiritual han sido frecuentemente silenciadas o minimizadas. Esta parcela de desarrollo se reservaba al ámbito masculino, siendo las mujeres representadas (si es que lo eran) dentro de unos roles muy estáticos. Un ejemplo de esto es la presencia de divinidades femeninas como Hestia que, en la mitología griega, era la diosa del hogar y la familia.
El yoga en este contexto no es solo una práctica física; es un refugio donde las mujeres pueden explorar su autenticidad. ¿Cuántas veces hemos sentido que nuestras vidas están moldeadas por expectativas externas? Las mujeres que participan en este tipo de prácticas no solo desafían estas normas, sino que también generan nuevas narrativas donde la espiritualidad y la intuición son las guías principales.
La conexión entre el cuerpo, la mente y el espíritu no es solo una búsqueda individual. Es un acto de resistencia frente a un mundo que frecuentemente intenta desconectar estos aspectos. En el yoga, las mujeres encuentran el poder de decir: «Soy más de lo que me han dicho que debo ser». Gracias a la práctica, Santillana Vallejo (2018) expone cómo el autoconocimiento, el propio descubrimiento espiritual y la conexión con lo sagrado que habita en cada una de las practicantes, convierten el yoga en una herramienta muy poderosa para encontrar el equilibrio interno, plantear interrogantes sobre el papel que juega cada persona en la sociedad y generar un punto de inspiración que reconecta con al intuición y creatividad innatas.
El artículo destaca que este camino no está exento de desafíos. Vivimos en un mundo que históricamente ha silenciado las voces femeninas, relegándolas a roles secundarios. Sin embargo, las prácticas como el yoga están ayudando a revertir este patrón, permitiendo a las mujeres reclamar su espacio y su voz.
Algo a destacar del estudio es que las mujeres participantes vivían en comunidad. En Mukti Yoga, la práctica no es individual. Este aspecto es crucial porque, como revela el estudio, las mujeres encuentran fortaleza en la conexión con otras que comparten sus luchas y aspiraciones. ¿Qué puede ser más poderoso que un grupo de personas unidas por un propósito común, apoyándose mutuamente en el camino hacia la transformación? En este sentido, podemos extrapolar esta comunidad a la que, dentro del cotidiano y salvando las distancias, se genera dentro de una clase de yoga en la que el alumnado es estable y comprometido. La creación de comunidades (no necesariamente religiosas o concebidas como antaño, sino flexibles y vivas) son espacios donde la diversidad es bienvenida y cada historia contribuye a un mosaico más rico de experiencias. Aquí, las personas y, concretamente las mujeres, no solo se ven reflejadas en los logros y desafíos que encuentran en la sesión de yoga, sino que también encuentran el valor para mirar hacia dentro, descubrir quiénes son realmente y permear con la práctica desde la esterilla hasta la vida diaria.
El misticismo femenino, como se vive en el yoga, no es un escape de la realidad, sino una forma de transformarla. En este camino, cada mujer se convierte en una corriente que nutre el lago, en un reflejo que ilumina y en una historia que inspira.
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Referencia bibliográfica: Santillana Vallejo, P. (2018). En la búsqueda del bienestar subjetivo. Las tecnologías del yo en la práctica de yoga en el centro Mukti Yoga, en Mérida, Yucatán. Península, 13(1), 131-156.