Yoga y libertad
por Swami Krishnananda
Formador Senior de Filosofía y Meditación en la escuela Internacional de Yoga
Iniciado en la Orden de Sannyasa por Swami Vishnu-Devananda en 1991.

Difícilmente haya un filósofo en la historia que no haya reflexionado sobre la libertad, un rasgo esencial del ser humano vinculado al bienestar y la felicidad, tanto personal como en relación con los demás.

La libertad es uno de esos conceptos tan amplios en sus posibles interpretaciones que, para hablar sobre él, necesitamos darle contexto.

En el día a día, podemos hablar de distintas dimensiones de la libertad: la libertad personal, que implica tomar decisiones sin restricciones externas; la libertad de expresar pensamientos y creencias; la libertad económica, relacionada con la gestión de nuestros recursos y trabajo; y la libertad religiosa, entre otras. Sin embargo, al analizar estas dimensiones, surge una pregunta esencial: ¿somos realmente libres cuando nuestras decisiones están influenciadas por múltiples condicionamientos?

Si mencionáramos a algunos filósofos clásicos, todos proponen que la capacidad de ser libres requiere ejercitarse en base al autoconocimiento, los valores éticos o el control sobre uno mismo. Ya Aristóteles hablaba de la importancia de la libertad para la realización del potencial humano.

En el contexto del yoga, considerándolo en todos sus aspectos, desde la práctica física hasta el yoga como vía de búsqueda espiritual, también podemos darle contexto a la libertad de diferentes maneras, según las prácticas que realizamos, ya sea en la propia esterilla o en lo social, en relación con lugares y personas.

Cada práctica yóguica genuina conlleva una transformación de la consciencia. A través de estas prácticas, identificamos patrones de comportamiento físico, mental y emocional en los que creemos ser libres, pero concluimos, con humildad, que esa libertad es ilusoria. Comprender esto resulta clave para progresar en el ejercicio real de la libertad.

Con la práctica, vivimos cómo interactúan el cuerpo físico, el cuerpo sutil y el cuerpo causal, y comprendemos los límites que marcan los ciclos de la naturaleza, como la ley de causa y efecto, y el ciclo de nacer, crecer, evolucionar y morir. En este contexto, el ejercicio de la libertad siempre será limitado. Este es el ámbito de Prakriti, donde podemos sentirnos libres, pero creo que en realidad no lo somos. En este ámbito, el individuo, para evolucionar, tiene que estar vinculado y apegado a la vida para experimentarla y aprender, viviendo generalmente en un estado de dependencia y necesidades variadas, que fácilmente pueden limitar su anhelo de libertad. Es necesario entrenarse para comprender estas limitaciones y, así, emprender el “viaje a la libertad”.

¿Es posible alcanzar un estado de libertad plena?

En el Yoga clásico, en el nivel más trascendente a las limitaciones humanas, hablamos del logro del Samadhi, que, como práctica regular, nos lleva a Moksha o Kaivalya: el estado de paz y sabiduría donde se experimenta la suprema liberación de las incertidumbres que crean los cambios en la vida. Esto implica la realización del Yo Real o Purusha, lo que siempre permanece inafectado por los cambios, incluso frente a los duelos relacionados con la pérdida de algo propio o de alguien valioso, situaciones donde el sentido de libertad puede quedar restringido.

Así, según mi experiencia, la gestión sabia e inteligente de todo tipo de duelo, como una vía de transformación de las emociones y los pensamientos, puede indicar nuestro acercamiento —o no— a Moksha.

En la vía del Raja Yoga, como preparación hacia la libertad, encontramos los valores éticos de Yama y Niyama, que culminan en Isvara Pranidhana, el cual significa implicarse y entregarse a la vida con una aceptación sabia del devenir. Esto implica una unión plena con lo que acontece en cada momento y despierta respuestas creativas (pensamientos, emociones, nuevos proyectos) que nos mantienen alineados con nuestro Dharma o responsabilidades en la sociedad. El camino del Dharma se apoya y coexiste con la Sadhana, o práctica diaria de un yogui.

La Sadhana perseverante (Abhyasa) clarifica la mente, permitiendo evolucionar en el desapego (Vairagya) cuando los vínculos materiales y las fluctuaciones emocionales no se gestionan adecuadamente.

En el camino hacia la libertad, la mente es el factor principal, ya que puede convertirse en nuestro mejor aliado si es adiestrada, o en nuestro peor enemigo si no comprendemos su funcionamiento. La mente podría resumirse como una acumulación de samskaras o hábitos, los cuales determinan nuestras acciones y nuestra experiencia de sentirnos libres.

En la práctica del Hatha Yoga, la regulación del movimiento y de la respiración en el cuerpo físico es de gran ayuda en el camino hacia la libertad. El conocimiento del Prana, como energía que sustenta la vida, y su regulación en sus variadas manifestaciones físicas y mentales (especialmente en funciones instintivas como la alimentación, la sexualidad y la relación con el espacio vital y las personas), es un factor clave. La meditación es muy importante para la libertad de pensamiento. Esta regulación despierta el potencial creativo, contribuyendo a canalizar acciones liberadoras.

El Bhakti Yoga, que trabaja principalmente en transformar emociones limitantes en emociones de unión con lo trascendente, también contribuye a estados de libertad. Sus aspectos ceremoniales ayudan a armonizar comportamientos, dar valor y propósito a las acciones y relaciones humanas, reducir los automatismos y aumentar la consciencia en cualquier actividad.

El Jñana Yoga, que aborda las reflexiones y afirmaciones que generamos en relación con nuestra realidad en el mundo, nos enseña a cuidar y comprender el poder de las palabras. Estas, en cierta medida, crean una realidad donde podemos sentirnos más o menos libres.

Toda práctica de yoga es, en esencia, una educación para la libertad, cuyo objetivo es comprender cómo operan las fuerzas cíclicas de la naturaleza, o Gunas, en nuestra unidad psicofísica y trascenderlas.

Y no debemos olvidar la contribución del Karma Yoga, o Yoga de la Acción. Toda actividad, deseo, expectativa u obtención de resultados está influenciada por Rajas, que, por naturaleza, tiene condicionamientos genéticos y cíclicamente se alterna con el descanso y la inercia de la inconsciencia (Tamas). Un exceso de ambos desencadena comportamientos y hábitos compulsivos o adictivos, que nos alejan de nuestro compromiso con lo social. Esto limita el camino hacia la libertad, impidiendo también comprender la libertad del otro.

¿Cómo podríamos ser libres si no contribuimos a la libertad de los demás?

En este ciclo de la acción, Sattva, el elemento o fuerza equilibradora, debe tomar su lugar. Aquí radica la contribución del Yoga: crear nuevos hábitos saludables y liberadores que aporten luz, consciencia y aspectos ceremoniales a la vida, otorgando sentido y propósito a cada momento. De este modo, podemos salir de Avidya, la ignorancia del Ser interior o Purusha, que es, en esencia, siempre libre.

Como resumen de lo más importante, para que nuestro anhelo de libertad fructifique, todos los Yogas nos enseñan a aprender a parar, observar, discernir y transformar, para implementar nuevos hábitos liberadores que nos alejen del sufrimiento que limita nuestra libertad.

Según mi experiencia con el Yoga, pequeños cambios o modificaciones que puedo realizar en cualquier momento, dentro y fuera de la esterilla, me facilitan este camino. A continuación, menciono algunos ejemplos que podrían indicar que estamos bien encaminados para sentirnos más libres en relación con nuestro papel en el mundo:

• ¿Puedo elegir cambiar mi forma de respirar frecuentemente o, simplemente, observar mi respiración natural? • ¿Puedo decidir cambiar un pensamiento en un momento dado? • ¿Puedo escuchar los mensajes de mi cuerpo físico y generar posturas adecuadas? • ¿Puedo regular y ralentizar cualquier acción cotidiana, disfrutando de ello, como caminar, hablar o interactuar con los demás? • ¿Puedo afinar mis sentidos en cualquier momento que lo desee y percibir mi realidad de forma más clara y precisa, reduciendo la influencia de la mente condicionada? • ¿Puedo elegir el silencio para escuchar mejor a quien me habla? • ¿Puedo despertar agradecimiento en lo que la vida me propone? • ¿Puedo, ante situaciones difíciles que no puedo cambiar, encontrar algún sentido en mi camino de vida?

Este tipo de actitudes crean una gran presencia en todo lo que acontece.

Concluyendo, estas ideas me llevan a entender que cada momento de nuestra vida es una oportunidad para experimentar la Suprema Libertad, siempre y cuando realmente nos conozcamos en todas nuestras dimensiones, desde lo físico hasta lo más sutil.