Yoga y sufrimiento
por Gema Soria Bodoque
Tutora Nivel II en la Escuela Internacional de Yoga.
Profesora de Yoga.
Cuentan que en tiempos de Buda, una mujer llamada Kisagotami perdió a su único hijo. Incapaz de aceptar la pérdida, corrió de persona en persona buscando desesperadamente una medicina que pudiera devolverle la vida. Finalmente, le dijeron que Buda poseía el remedio que buscaba.
Kisagotami fue a verle, le rindió homenaje y le preguntó sobre lo que tenía que hacer para conseguir esa medicina, a lo que Buda le contestó: “Tráeme un puñado de semillas de mostaza que procedan de un hogar donde no haya muerto ningún niño, cónyuge, padre o sirviente”. La mujer, llena de esperanza, empezó a ir de casa en casa en busca de las semillas, pero se encontró con que en todas las casas había historias de pérdida y duelo y había muerto algún ser querido. Al darse cuenta de que no estaba sola en su dolor, la madre se desprendió del cuerpo sin vida de su hijo y fue a ver a Buda quién le dijo con gran compasión: “Creíste que sólo tú habías perdido un hijo, la ley de la muerte es que no hay permanencia entre las criaturas vivas”.
Este relato nos transmite que nadie está libre del sufrimiento y la pérdida, y que la propia comprensión y aceptación de esta realidad reduce el sufrimiento que deriva de luchar contra ello.
A lo largo de la historia de la Filosofía y del Yoga, encontramos innumerables referencias que nos llevan a la misma conclusión: el sufrimiento es inherente a la existencia humana. Desde el nacimiento hasta la muerte, estamos expuestos al dolor en sus múltiples formas. Sin embargo, también se nos han transmitido herramientas para trascenderlo y transformar nuestra relación con él.
Las enseñanzas de Buda, con sus Cuatro Nobles Verdades y la Noble Óctuple Senda, nos muestran un camino para liberarnos del sufrimiento a través de la sabiduría, la ética y la meditación. Los Vedas y el Raja Yoga nos ofrecen una visión del ser, integrando el cuerpo, la mente y el espíritu en un camino de autoconocimiento y evolución. Patanjali, en los Yoga Sutras, identifica los kleshas como las cinco causas fundamentales del sufrimiento humano: la ignorancia (avidya), el ego (asmita), el apego (raga), la aversión (dvesha) y el miedo a la muerte (abhinivesha). Todas estas tradiciones coinciden en que el sufrimiento puede ser comprendido, trascendido y, en última instancia, transformado.
A medida que la sociedad occidental ha logrado mitigar el sufrimiento provocado por las duras condiciones de vida, ha ido perdiendo la capacidad de afrontarlo. Numerosos estudios indican que la mayoría de las sociedades modernas tienden a pasar por la vida convencidos de que el mundo es un lugar agradable, justo, feliz y sano, lo que intensifica el sufrimiento y produce un mayor impacto psicológico, ya que deja de verse el sufrimiento como connatural a los seres, y se le considera una anomalía , una señal de fracaso, algo antinatural, que llega a generarnos sentimientos como culpa, cólera, frustración, resentimiento, incluso nos coloca en el papel de víctima ya que lo percibimos incluso como un castigo.
El sufrimiento forma parte de la vida, pero nuestra tendencia natural es rechazarlo, evitarlo, luchar contra él. Esta aversión genera insatisfacción, frustración y descontento. Sin embargo, cuando aprendemos a contemplar el dolor con ecuanimidad, desde una perspectiva serena y desapegada, desarrollamos una mayor capacidad de afrontamiento. Convertirnos en observadores del sufrimiento nos permite aceptar su presencia sin que nos arrastre a la desesperación. Y es ahí, desde esa perspectiva, donde el Yoga nos ayuda.
Para evitar el dolor, recurrimos a mecanismos de defensa que van desde la negación hasta el consumo de sustancias que nos ayuden a evadirnos. Pero el dolor sigue ahí, latente, esperando ser reconocido, aceptado y sanado. En este sentido, el Yoga nos ofrece una vía de transformación profunda
Desde lo más tangible, como el dolor físico, el Yoga nos brinda herramientas para aliviarlo. A través de la práctica de asanas, generamos alineación corporal, mejoramos la movilidad articular, creamos espacio intervertebral, descomprimimos los discos, nutrimos e hidratamos el cuerpo y oxigenamos las zonas doloridas. Además, contribuimos a un mejor tránsito intestinal, una mayor calidad del sueño y una espalda más sana y fuerte. La práctica terapéutica del Yoga nos devuelve vitalidad a través del movimiento.
Con los pranayamas, a través del control de nuestra respiración, consiguiendo de nuevo generar espacios por los que circule mejor el prana, llevando a nuestro sistema nervioso, constante y permanentemente hoy en día en alerta, del simpático al parasimpático, generando neurotransmisores y toda esa química necesaria, para llevar al cuerpo a la calma, al bienestar, al equilibrio, a la homeostasis, a vivir más en armonía, en paz.
Desde su visión holística del ser, lo mismo ocurre con el dolor mental o espiritual, trabajando a través de la meditación, eliminando todos esos apegos que hacen que no veamos con claridad, que no pensemos con claridad, aprender a través de la interiorización y la concentración a llegar a estados de conciencia más elevados, que justo nada tienen que ver con la evasión de la realidad, sino más bien con la aceptación y la transformación de esa realidad, para llegar a liberarnos, a ser más felices, más conscientes, más presentes.
En relación con la respuesta al dolor, se ha estudiado que pacientes con cáncer que meditan no presentan sufrimiento anticipatorio, sino que, una vez producido el dolor, se recuperan antes y permanecen menos tiempo en ese dolor. Respecto a la compasión, se han comprobado cambios no sólo en la actividad cerebral, sino incluso en nuestros latidos del corazón al escuchar sonidos emitidos por personas angustiadas. Yoguis avanzados resultaron ser más empáticos al dolor ajeno, más sensibles a las emociones de los demás y como sus cerebros están más conectados con sus cuerpos desarrollando mayor resonancia emocional.
El camino del Yoga nos lleva a convertirnos en seres más ecuánimes, más tolerantes, más compasivos y bondadosos. Nos ayuda a desarrollar una mayor resiliencia frente al dolor y la frustración, desde la autoescucha y el amor. Al integrar estas enseñanzas en nuestra vida, no sólo nos liberamos del sufrimiento innecesario, sino que también contribuimos a la construcción de un mundo más consciente y armonioso
“Todo lo oscuro se ilumina y todo lo torcido se endereza cuando el hombre reconoce y practica la verda y la experimenta en su interior” Vedas
“Los dolores que están por llegar pueden y deben ser evitados” Yoga Sutra 2.16
Bibliografia: Luz sobre los Yoga Sutras de Patanjali (BKS Iyengar) El arte de la felicidad (Dalai Lama) Raja Yoga y otros escritos inéditos (Swami Vivekananda) Los beneficios de la meditación (Daniel Goleman. Richard J. Davidson). Yoga para el cáncer (Tari Prinster).